Conocimos a Gabriela López en la inauguración de una de sus muestras (Presagios, 2024) y allí, frente a nuestros ojos, nos conmovimos con sus esculturas, porque desde esa emocionalidad callada vencen la dureza de la madera y, como figuras plenas de presencia, comunican dolor, alegría, soledad y traen el árbol al aquí del arte. Conversamos con Gabriela después y muchas veces más, en las distintas etapas de curaduría y edición de este ebook. En esas charlas siempre estaban el paisaje, el viento, los niños, las niñas y destacaba el caldén en los territorios pampeanos y el árbol sagrado nos decía sobre ese bosque ignorado. Para llegar a este libro digital fuimos armando una red de saberes, de relaciones entre investigadores y conocedores del arte, se sumaron una arqueóloga, otra bióloga, un antropólogo, una analista del discurso y también una filósofa del arte. Cada cual con sus conocimientos y sensibilidad tomó y se situó en el caldén. Soledad Boero desde la materia destaca la fragilidad de las esculturas, más allá de su precariedad están los despojos y violencias que portan. Señala que en “estas figuras, se cifran capas de tiempos, memorias, afectos que van dejando su traza y palpitación en los surcos y anillos de la madera” y que en coexistencia ese entramado muestra otras formas de habitar este mundo amenazado. Bernarda Marconetto entrega para la lectura una receta que da cuenta de su trabajo en el laboratorio para que conozcamos la anatomía de un caldén. Las fotografías realizadas traen la práctica arqueológica, iluminando las imágenes del microscopio la belleza interior del Neltuma caldenia. Ana Calviño, como bióloga nos sitúa en un bosque único del mundo, el del caldén, nos da cifras alarmantes acerca de la reducción de ese bosque por la explotación en los siglos XX y XXI y por ello se centra en cómo se siembra y describe la urgencia de hacerse bosque hoy, porque el caldenal ha sido y es refugio para humanos y especies no humanas, “nativas y arraigadas”. Rafael Curtoni nos lleva a descubrir y sortear ese mar de silencio que rodea a los rankülche, quienes habitaron y habitan hoy los caldenales. El antropólogo nos dice sobre esos grupos originarios: “Habitar los paisajes significa, para estas sociedades, ser parte, transitarlos, interactuar con ellos y relacionarse con las demás entidades y energías que lo componen”. Conocemos por Curtoni cómo llamaban los rankülche al caldén: trumpull witru (‘árbol que da chaucha’), cómo era y es usado para múltiples funciones, incluso rituales, ya que con su madera construyen “el rehue, tronco escalonado y lugar especial de ceremonias y conexión espiritual” Curtoni, 2024). Su perspectiva antropológica nos habla de paisajes en movimiento para el conocimiento e historia de los rankülche y posibilita otra manera de comprender esa fuerza de la memoria que se enraíza en el arte de Gabriela, que deja ver figuras en contacto con el paisaje desierto, el viento, los animales, las plantas y las historias. a mirada desde la estética y la filosofía de los límites permite a Vanina Rodríguez Garcés presentar lo tallado y lo no tallado, el paso del árbol a la metamorfosis del arte que abre el centro de la madera, en su aspecto más doloroso con la sobrevida de los incendios, de las talas ilegales y también a lo fecundo que transmite escenas de vida. Vanina expresa que: “Al trabajar con el caldén marcado por sus cicatrices, Gabriela López no solo crea obras de arte sino que también participa en un proceso de sanación y transformación”.